Las primeras de las diez águilas de Bonelli madrileñas reintroducidas por LIFE Bonelli este año eran alojadas a finales de abril en la “jaula-hacking”, método novedoso de liberación en la Península Ibérica, basado en la experiencia positiva previa de los compañeros del proyecto en Baleares [https://goo.gl/aikn45]. En total este año se ha formado en la zona de reintroducción madrileña un grupo de diez juveniles de águila de Bonelli, de los cuales seis, procedentes de nidos silvestres, han sido cedidos por la Junta de Andalucía, entidad socia de proyecto. Otros cuatro han sido criados en cautividad (dos de ellos en el centro de cría de la especie de GREFA y los otros dos en Francia, en los centros de cría de UFCS/LPO gestionados por Christian Pacteau y Jean-Claude Mourgues).

Todos los ejemplares liberados llevan anillas que los individualizan y un emisor GPS de última generación que nos aporta información en esta primera fase sobre sus movimientos alrededor del punto de liberación en todo momento. La liberación mediante el nuevo método está siendo muy positiva y las diez águilas de Bonelli se encuentran ahora mismo en las inmediaciones del punto de suelta madrileño, completando el conocido como periodo de dependencia al territorio natal (o que las aves identifican como tal, como es el caso de ejemplares reintroducidos vía "hacking"). En una segunda fase y en un tiempo variable comenzarán a realizar su dispersión juvenil, comportamiento natural que las lleva a conocer lejanos parajes antes de buscar una zona de asentamiento donde poder criar, que esperamos sea en la zona centro peninsular (al menos así lo estamos intentando desde el proyecto LIFE Bonelli).

Tres de las águilas de Bonelli liberadas en 2017 en la Comunidad de Madrid, cuando aún permanecían en el jaulon de aclimatación.Tres de las águilas de Bonelli liberadas en 2017 en la Comunidad de Madrid, cuando aún permanecían en el jaulon de aclimatación.

A continuación os invitamos a leer el balance, en formato de crónica naturalista, del trabajo que hemos venido realizando los últimos meses desde GREFA en la zona de liberación de LIFE Bonelli en la Comunidad de Madrid, cuando todavía las águilas de Bonelli se encontraban en la "jaula-hacking" aclimatándose a la zona. Estas líneas escritas por Miguel, uno de nuestros colaboradores regulares durante el seguimiento de las águilas de Bonelli, nos emocionan. Durante este periodo siempre formamos un grupo de trabajo, pero ya va más allá, somos una gran familia, por eso nuestros respetos y admiración a Borja, Jorge, Miguel, Rita, Sebastián, Sofía y Tino.

La recuperación del águila de Bonelli vista desde un zulo

por Miguel Marco

Son ya muchos años los que GREFA lleva trabajando con el águila perdicera o de Bonelli y uno de los territorios en los que se lucha por tratar de evitar la desaparición definitiva de esta increíble rapaz es la Comunidad de Madrid. Siete voluntarios tenemos la suerte de poder aportar nuestro granito de arena a la parte madrileña de un gran proyecto como es LIFE Bonelli. Puesto que la mayoría de nosotros no somos biólogos, naturalistas, veterinarios ni nada parecido lo que traemos a esta crónica no son estadísticas, tablas, gráficos y datos científicos (eso lo dejamos para los expertos), sino que hablaremos sencillamente de vivencias y sensaciones.

Este año nuestro trabajo ha tenido la particularidad de que hubo que cambiar el lugar de liberación de las águilas de Bonelli en la Comunidad de Madrid para no interferir con una pareja de la especie que se había formado gracias al proyecto en la ubicación anterior. Para ello se montó una instalación diseñada específicamente para tal fin, una "jaula-hacking" de grandes dimensiones donde las águilas de Bonelli que se liberan pasan una fase de aclimatación. Adosado a esa estructura hay un pequeño cajón de madera cuyas dimensiones aproximadas son 1,5 metros de largo por 1 metro de ancho y por un metro de alto. Es ni más ni menos el reducido habitáculo en el que los siete voluntarios y los dos especialistas de GREFA responsables del proyecto nos turnamos para hacer el seguimiento diario de las aves ocupantes de la "jaula-hacking" a través de cristales espía.

Desde finales de abril, a razón de dos turnos diarios de seis horas cada uno durante los siete días de la semana no hemos dejado solas a nuestras ilustres inquilinas ni un solo momento entre la salida y la puesta del sol. Durante todo ese tiempo hemos observado su comportamiento, sus reacciones y el carácter de cada una de ellas. Hemos detectado cualquier posible incidencia, hasta el punto de saber si una mostraba una cojera de la que había que estar pendiente, si otra había perdido una pluma de la cola o si una tercera estaba teniendo problemas digestivos. En otras palabras, hemos aprendido a quererlas y admirarlas. Empezamos refiriéndonos a ellas por los números de sus anillas de identificación cuando todavía eran simples pollos. Sin embargo según iban creciendo las íbamos bautizando con los nombres por las ahora las conocemos: "Noalejo", "Alcaudete", "Machota", "Vega", "Alameda", "Touvent", "Colomera", "Azul", "Ortegicar" y "Aldáyar". Cinco hembras y cinco machos, ¡diez seres fabulosos!

Imagináos: horas y horas encerrados en un zulo de poco más de un metro cuadrado que casi siempre acababa siendo una sauna bajo el implacable sol del verano, intentando hacer el mínimo ruido posible para que animales no percibiesen nuestra presencia, aguantando tormentas, ventoleras, olas de calor, aguaceros... Y como únicas comodidades, una esterilla sobre la que sentarnos, un abanico que aliviase un poco el sofocante calor y el último número de la revista "Quercus" para matar el tiempo en los escasos momentos de inactividad. Pero yo me pregunto: ¿cuántas personas tienen el privilegio de ver juntas diez águilas perdiceras?; ¿cuántas tienen la oportunidad de conocer de cerca una maravilla de la naturaleza como esta?

Hasta ahora nuestras diez queridas amigas nos han dado muchísimas alegrías, sorpresas y buenos ratos. Pero sabemos que una vez libres les acechan todo tipo de amenazas: las electrocuciones que acaban con tantas vidas de águilas jóvenes, quizá el disparo de algún desaprensivo o tal vez simples causas naturales. Aunque por encima de todos esos posibles obstáculos está la esperanza de que entre esas diez majestuosas águilas se esconda el futuro de una nueva pareja reproductora. Que estos buenos augurios se confirmen será ya responsabilidad de todos y por supuesto de que nuestros gobernantes y administraciones sepan estar a la altura.

El águila de Bonelli "Aldáyar", momentos antes de dar su primer vuelo en el exterior. Se da la circunstancia de que este ejemplar ha sido apadrinado por nuestro voluntario Miguel Marco.El águila de Bonelli "Aldáyar", momentos antes de dar su primer vuelo en el exterior. Se da la circunstancia de que este ejemplar ha sido apadrinado por nuestro voluntario Miguel Marco.

Agradecimientos

A Fototrampeo.es por la cesión temporal de parte de su material, a Salvador Castillo, de Deportes Natura/RecDron, a Juan Diego Luque, de Kloeckner, y a nuestro gran amigo José Manuel Hiniesto. A los Agentes Forestales de la Comunidad de Madrid, especialmente los de la Comarca XI y al técnico de la Consejería de Medio Ambiente, Administración Local y Ordenación del Territorio Ismael Pérez. A Victor García y el MAPAMA.  Al Ayuntamiento de Santa María de la Alameda (Madrid) y en especial a su alcaldesa Begoña García.

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con el apoyo  de la Fundación Biodiversidad

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