El trabajo del biólogo de GREFA Alfonso Paz tiene tanto de naturalista como de algo parecido a un relaciones públicas. Sus maratonianas salidas de campo se combinan con reuniones para abrir líneas de colaboración y cimentar alianzas en un proyecto que sería inviable sin el apoyo del medio rural. Un ejemplo: El pasado 16 de mayo, en tan solo una jornada en la que acompañé a Alfonso por tierras castellanoleonesas, nos citamos con un agente de desarrollo rural (Juan Carlos Rico, del Ayuntamiento de El Oso, en Ávila), con el secretario de una cámara agraria (Juan Ruiz, de Rueda, en Valladolid) y con un alcalde, (Luis Alonso, de Villalar de los Comuneros, también en Valladolid).

Estos tres municipios han querido involucrarse en buscar alternativas al uso de plaguicidas químicos como método de control de las temidas explosiones demográficas del topillo campesino. De hecho, la idea fue valientemente lanzada por el anterior alcalde de Villalar de los Comuneros, Pablo Villar, mientras la plaga de topillos de los años 2007 y 2008 estaba en pleno apogeo y la presión de los agricultores sobre la Junta de Castilla y León para que aplicase medidas contundentes era máxima.

Al llamamiento de aquel alcalde comunero acudieron varias entidades científicas y conservacionistas con la misma idea: depredadores naturales como el cernícalo vulgar y la lechuza común podrían ayudar a mantener a raya al topillo campesino. Villalar de los Comuneros fue pionero en instalar cajas nido destinadas a favorecer la reproducción de esos dos depredadores y desde 2009 se han colocado un centenar de ellas por todo el término municipal. Luis, el actual alcalde, nos acompaña en nuestra visita a algunas de las zonas de actuación mientras rememora aquellos primeros pasos.

Desde entonces, han seguido el ejemplo de Villalar y se han sumado al proyecto otros municipios como San Martín de Valderaduey (Zamora) y Boada de Campos y Autillo de Campos (ambos en Palencia). El último en apuntarse ha sido El Oso, que es además el primero de la provincia de Ávila que acepta colaborar. Ya cuenta con otro centenar de cajas nido, que han sido  instaladas estos meses atrás en donde en principio era más fácil actuar, en terrenos que eran propiedad del Ayuntamiento. “Pero ya hay  algunos agricultores que nos han pedido cajas nido para sus cultivos”, nos cuenta Juan Carlos Rico, quien se encarga de gestionar los proyectos ambientales de un Ayuntamiento que ha despuntado por su sensibilidad ecológica, como lo demuestra la recuperación de una laguna visitada cada año por cientos de ornitólogos de toda España.

El acuerdo al que se ha llegado con El Oso es sencillo y similar al que funciona en otros municipios. GREFA, gracia al apoyo económico de la Fundación Biodiversidad, se encarga de proporcionar las cajas nido y los postes de madera en los que van colocadas, mientras que el Ayuntamiento de turno se compromete a instalarlas. En el caso de El Oso, los nidales han sido fabricados por un centro ocupacional de discapacitados de Burgos gestionado por la asociación Prosame. Para su colocación en el campo acudieron a echar una mano los alumnos –y sus familias– del colegio Arturo Duperier, de Ávila.    

En Rueda han sido los propios agricultores quienes han tomado la iniciativa, a través de la Junta Agropecuaria Local de este municipio. El secretario de esta junta es Juan Ruiz, que a su condición de agricultor une la de naturalista y que supo del proyecto a través de la revista de naturaleza Quercus, de la que es suscriptor. Juan propuso el año pasado invertir fondos disponibles para combatir al topillo campesino, pero no para comprar veneno como otras veces sino para hacerse con cajas nido y sus respectivos postes. Y dicho y hecho: la propuesta fue aceptada y se convocó a los agricultores y sus familias en un acto entre festivo y participativo para colocar los nidales.

Suman ya casi un millar las cajas nidos colocadas en todos los municipios castellanoleoneses adscritos al proyecto y ya pueden destacarse algunos resultados interesantes. En Boada de Campos (Palencia), por ejemplo, el 60% de las cajas fueron ocupadas el año pasado, la mayoría por cernícalos vulgares que lograron sacar adelante sus puestas.

Cada cuatro meses Alfonso revisa metódicamente tanto algunas zonas de actuación como otras cercanas donde no se ha actuado, para poder comparar. Los indicadores parecen apuntar a que este tipo de control biológico pueda ser una técnica real y eficaz. “Los resultados muestran un aumento de la densidad de cernícalos vulgares, cuya presa principal en las zonas de actuación es el topillo campesino”, explica Alfonso, que me hace notar además la importancia que puede tener el proyecto en la recuperación de la lechuza, una especie que se encuentra en un severo declive en toda Europa.

Un cernícalo vulgar trae un roedor a sus pollos, instalados en una de las cajas nido instaladas por GREFA para el control biológico. Foto: Alfonso Paz.Un cernícalo vulgar trae un roedor a sus pollos, instalados en una de las cajas nido instaladas por GREFA para el control biológico. Foto: Alfonso Paz.

EN FASE EXPERIMENTAL

El proyecto “Control biológico de plagas del topillo” se lleva a cabo por GREFA, el Instituto de Investigación de Recursos Cinegéticos (IREC-CSIC), la Universidad de Valladolid y el Museo Nacional de Ciencias Naturales. Desde este año se cuenta además con la participación del Instituto Tecnológico Agrario de Castilla y León (ITACYL). Hasta la fecha se ha contado con la financiación y colaboración de la Fundación Biodiversidad, el proyecto Ecocycles y la asociación Araduey-Campos. El proyecto se encuentra ahora mismo en una fase experimental que requiere más años de investigación y financiación, a la espera de una nueva plaga que permita observar el verdadero potencial del control biológico de topillos por depredación. MÁS INFORMACIÓN, en http://grefa.org/alfonsopaz/

TÉCNICAS CONVENCIONALES... Y LETALES

En la península Ibérica, las plagas de topillo campesino han afectado especialmente a áreas agrícolas de Castilla y León. Para poder mitigar las pérdidas, los agricultores usan rodenticidas químicos y recurren también a la quema de linderas, cunetas, arroyos y campos en barbecho. Pero este tipo de acciones conllevan siempre un gran impacto ambiental por intoxicaciones o pérdida de hábitat. Biocidas como la bromadiolona o la clorofacinona, masivamente aplicados durante la última gran plaga de topillo de 2007 y 2008 a través de cebos de semillas de cereal, tuvo consecuencias letales para especies granívoras, para sus depredadores y para carroñeros que consumieron individuos intoxicados. Entre las especies no obetivo afectadas por estos tratamientos destacan por su valor socio-económico la liebre ibérica y, sobre todo, la perdiz roja. El proyecto "Control biológico de plagas de topillo" supone una estrategia alternativa que reduce los daños ambientales asociados a las técnicas convencionales de erradicación de plagas.

Junto a una caja nido del proyecto, Juan Ruiz, agricultor y secretario de la Junta Agropecuaria Local de Rueda (Valladolid), indica la ubicación de otros nidales. Foto: José Antonio Montero.Junto a una caja nido del proyecto, Juan Ruiz, agricultor y secretario de la Junta Agropecuaria Local de Rueda (Valladolid), indica la ubicación de otros nidales. Foto: José Antonio Montero. En el centro, Luis Alonso, alcalde de Villalar de los Comuneros (Valladolid), flanqueado por los miembros de GREFA Alfonso Paz, a la izquierda, y Fernando Garcés, a la derecha. Foto: José Antonio Montero.En el centro, Luis Alonso, alcalde de Villalar de los Comuneros (Valladolid), flanqueado por los miembros de GREFA Alfonso Paz, a la izquierda, y Fernando Garcés, a la derecha. Foto: José Antonio Montero.
Topillo campesino sobre la mano enguantada de un técnico del proyecto de control biológico. Foto: GREFA.Topillo campesino sobre la mano enguantada de un técnico del proyecto de control biológico. Foto: GREFA. En esta caja nido instalada en el término municipal de El Oso (Ávila) se aprecia la firma de los niños que participaron en su colocación. Foto: José Antonio Montero.En esta caja nido instalada en el término municipal de El Oso (Ávila) se aprecia la firma de los niños que participaron en su colocación. Foto: José Antonio Montero.