El galápago leproso, especie autóctona de nuestra fauna, es a veces mantenido en cautividad por particulares. Foto: Wilfreddehelm / Wikicommons.El galápago leproso, especie autóctona de nuestra fauna, es a veces mantenido en cautividad por particulares. Foto: Wilfreddehelm / Wikicommons.¿Por qué no debo quedarme con un animal silvestre? Hoy os queremos hablar de los problemas generados por el amor mal entendido a la fauna. Con frecuencia llegan al Hospital de Fauna Salvaje de GREFA ejemplares de las más diversas especies con signos de haber sido mantenidos en cautividad. A partir de estos casos os podemos informar de cómo les perjudica el cautiverio y, si alguno cae en vuestras manos, cómo debéis actuar para evitarles males mayores.

Este es el caso de dos crías de cernícalo vulgar encontradas recientemente dentro de una caja en un parque de Madrid por un particular. A pesar de su corta vida, ambas presentaban múltiples fracturas y lo que comúnmente llamamos “huesos de goma”. Esta enfermedad se asocia a déficits en la alimentación, que producen una menor fijación de calcio en los huesos, haciéndolos blandos y fácilmente quebrantables. Y no es el único ejemplo de animales que desarrollan enfermedades a consecuencia del cautiverio.

Otro problema que encontramos frecuentemente, también asociado a dietas incorrectas, se encuentra en los reptiles. Los galápagos son frecuentemente mantenidos como mascotas pero, en muchas ocasiones, sin tener en cuenta sus necesidades nutricionales. Muchas veces son alimentados por las típicas “gambitas secas” que se encuentran en las tiendas de animales. Esto podríamos asemejarlo a dar de comer a un niño en crecimiento solamente chocolate durante toda su vida. El niño probablemente comerá encantado, pero no crecerá como un niño sano. En el caso de los reptiles la consecuencia es que sufren un déficit en vitamina A que les produce, entre otras cosas, deformaciones graves del caparazón (no crece tan rápido como necesita su cuerpo), alteraciones en los ojos y problemas renales muy graves.

Otro de los casos que encontramos es la impronta de las crías que han sido mantenidas en cautividad desde una corta edad. Estos pequeños animales toman como referente el único adulto que encuentran y que, además, es quien les alimenta. De esta manera, llegan a creerse personas. El resultado es que estamos condenando para siempre a estos ejemplares a la cautividad, ya que no aprenden los comportamientos propios de la especie.

Radiografía de un cernícalo vulgar con los huesos fracturados a causa de la falta de calcio, un problema que puede derivarse de la mala alimentación en cautividad.Radiografía de un cernícalo vulgar con los huesos fracturados a causa de la falta de calcio, un problema que puede derivarse de la mala alimentación en cautividad.

La vida no es como en los cuentos

Aunque nos gustaría creer que la vida es como un cuento y el pequeño pajarillo que con tanto cariño hemos criado a mano va volar a la libertad en busca de una novia pajarilla como Mowgli en "El libro de la selva", la realidad es bien distinta. Un animal que no reconoce a los de su misma especie como tal no podrá criar, no podrá relacionarse e intentará emparejarse con una persona (la gente que tenga loros como mascota sabrá lo celosos que pueden ser). Más allá de esto, nuestro entorno es un peligro continuo para los animales salvajes: gatos, perros, automóviles... Si nos relacionan con comida y no como algo peligroso, sus conductas pueden conducirles a la muerte.

Si nos encontramos con un animal salvaje herido o con algún problema, no debemos intentar cuidarlo por nosotros mismos. No olvidemos además que muchas especies autóctonas están protegidas por la ley y su tenencia está prohibida. o más indicado es llevarlo cuanto antes al centro de recuperación de fauna más cercano. Los animales salvajes pueden necesitar tu ayuda, pero ayúdales de la mejor manera.

Tortuga mora que se mantenía como mascota, con heridas visibles tras ser mordida por un perro del mismo hogar.Tortuga mora que se mantenía como mascota, con heridas visibles tras ser mordida por un perro del mismo hogar.