La incubación artificial nos permite vigilar el desarrollo embrionario, asegurar unas condiciones de incubación adecuadas e, incluso, prever el sexo de las crías, ya que en esta especie depende de la temperatura de incubación. A principios de septiembre eclosionarán los primeros huevos, dando comienzo a una segunda etapa, no menos delicada, hasta que las crías tengan el tamaño suficiente para ser puestas en libertad en su medio natural.

Esperamos con ilusión las próximas semanas, que nos permitirán pensar en el futuro de esta especie tan amenazada con optimismo renovado. ¡Seguiremos informando!


Revisión con ovoscopio de un huevo de galápago europeo.