Dibujo de oso pardo. Autor: Carl Rungius (1869-1859).
Dibujo de oso pardo. Autor: Carl Rungius (1869-1859).

En GREFA estamos a punto de cumplir cuatro décadas de actividad en defensa de la fauna salvaje, tras haber vivido en este tiempo avances incuestionables en la conservación de especies emblemáticas pero a sabiendas de que grandes lacras siguen lastrando la recuperación de nuestra biodiversidad. La reciente muerte a tiros de dos osas, una cantábrica y otra pirenaica, es un drama que nos recuerda que en conservación dar una batalla por ganada es casi siempre prematuro.

Desde los lejanos años ochenta en que fuimos testigos y cómplices de las históricas campañas de nuestros amigos del FAPAS en defensa de los osos cantábricos y en contra de los furtivos, siempre hemos sentido con un nada disimulado orgullo nuestra vinculación a un emblema tan espectacular de la fauna ibérica. Por eso no hemos podido vivir sino con enorme tristeza y estupor un día que será recordado como uno de los más fatídicos para la naturaleza española de los últimos tiempos.

El pasado 29 de noviembre fueron abatidas por disparos dos osas adultas, una en la Montaña Palentina y otra en el Pirineo aragonés, precisamente donde sobreviven a duras penas dos de las poblaciones oseras de Europa occidental más necesitadas de protección. Ambos animales murieron en la misma jornada durante sendas cacerías destinadas a la caza del jabalí, lo que ha levantado una ola de indignación en el mundo de la conservación, a la que nos sumamos desde GREFA, con la reclamación de investigar a fondo lo ocurrido y, en función de los resultados, aplicar la ley con la contundencia que haga falta.

La otra lectura que hacemos nos remite a uno de los lemas que más usamos en nuestros proyectos de recuperación de fauna amenazada: "Ni espacios sin especies, ni especies sin espacios". En pleno siglo XXI debería estar por todos asumido que no son justificables las actividades humanas incompatibles con la conservación de los más frágiles y valiosos "santuarios" de biodiversidad, algo más que evidente -aunque obviamente no para todos, como demuestran los hechos- en lo que se refiere a la caza en las zonas donde fueron abatidas las dos osas.

Mientras tanto, asistimos perplejos estos días a la increíble trama criminal que se vislumbra tras el envenenamiento -ya confirmado- la pasada primavera del oso pirenaico "Cachou". Tras hacerse público parte del sumario del procedimiento judicial de este caso han salido a la luz vínculos preocupantes entre estos lamentables hechos y algunas personas relacionadas con la gestión del oso en el valle de Arán.

Hay también otras víctimas

Ante este aluvión de malas noticias sobre el oso, nos preguntamos qué puede estar pasando para que tengamos que estar aún preocupándonos por la suerte de especies emblemáticas que tras décadas de leyes proteccionista y sensibilización ambiental deberían estar más que salvadas.

Siempre que podemos, nos complace difundir a bombo y platillo todas esas noticias que hablan de la recuperación de la fauna más vulnerable y de cómo trabajamos para ello. Pero en este tramo final de un año tan trágico por las consecuencias de la pandemia de coronavirus, también tenemos que lamentarnos por un número inusualmente alto de especies protegidas y amenazadas que están cayendo por unos niveles de persecución humana que nos retrotrae a épocas pasadas.

Sin ir más lejos, han sido ya varios los casos recientes de grandes águilas, buitres y otras rapaces que sabemos que han sido víctimas de tiros o venenos, que hemos conocido de primera mano por tratarse de ingresos en el Hospital de Fauna Salvaje o por ser ejemplares a los que seguimos por GPS. Algunos de estos casos han dado lugar a la apertura de procesos judiciales que esperemos terminen en sentencias condenatorias acordes con la gravedad de los hechos.

No dilapidemos biodiversidad

Si algo hemos aprendido en los cuarenta años de trayectoria de GREFA es que apostar por la biodiversidad es algo que va más allá de nuestras buenas intenciones. Un medio ambiente "sano" es imprescindible para garantizar el futuro de la humanidad y eso pasa, ahora más que nunca, por no dilapidar los servicios ecosistémicos y oportunidades de desarrollo sostenible que nos ofrecen las especies por las que trabajamos.