Apenas ha empezado el año y ya hemos estado siguiendo en el campo a algunas de las especies con las que trabajamos en GREFA, tanto por lo que se refiere a ejemplares dotados con emisores como a las parejas que empiezan ya con sus movimientos amorosos a marcar territorios. Terminamos 2014 siguiendo algunas de las águilas de Bonelli o perdiceras reintroducidas gracias al proyecto que trabaja para salvaguardar a esta rapaz (LIFE Bonelli) y empezamos 2015 tras las águilas imperiales, especialmente la hembra Susana (nuestra querida Susi), su pareja y su descendencia.
Como saben nuestros socios y amigos, tras ser recuperada para la vida en libertad por los veterinarios y rehabilitadores de GREFA, Susana fue devuelta a la naturaleza con un emisor, allá por la primavera de 2009. Desde entonces ha sido seguida constantemente, hasta el punto de que no existe un águila imperial de la que se haya estado tan pendiente durante tanto tiempo. Gracias a ello sabemos que ha formado pareja, que ha elegido como territorio una zona del norte de la provincia de Toledo, no lejos del límite con la Comunidad de Madrid y que desde hace tres años se reproducirse con éxito.
El día del nuevo año que pudimos ver y deleitarnos durante no poco tiempo con Susana y su pareja, así como uno de sus vástagos, Moro, ya convertido en un precioso damero, fue sin duda una jornada de seguimiento memorable. Moro nació de la primera puesta con éxito de Susana, en 2012. Ese año se le marcó con emisor, al igual que se hizo con sus dos hermanas Aljama y Candela. Moro es un macho que, como ya hemos comentado en otras ocasiones, no se ha dispersado demasiado, quedándose muy cerca del área natal. Esto ha sido más notorio en 2014, al haber permanecido en un área contigua al territorio de Susana, en el que por cierto se ha adentrado en más de una ocasión. De vez en cuando, Moro entra en la Comunidad de Madrid, que es precisamente donde está estos días, muy cerca de la localidad de Navalcarnero.
Ese día en realidad habíamos salido para seguir a las águilas de Bonelli reintroducidas el año pasado en la Comunidad de Madrid por el proyecto LIFE Bonelli, pero nos encontramos de sopetón con Moro, posado en un tendido de alta tensión donde permaneció descansando buena parte de la mañana y de donde voló para capturar su presa (un conejo) y comerla en el suelo atosigado por un buen número de urracas y de milanos reales. Una vez rematado el festín, el águila imperial nos brindó una exhibición de vuelo, delante de nuestras narices, para volver al mismo posadero, en el mismo tendido de donde salió. Todo un placer a la vista en un maravilloso día, de esos bien soleados que nos regala el invierno.
Más tarde y todavía en territorio madrileño, aún pudimos observar alguna zona de alimentación visitada con frecuencia por Escobalón, un buitre negro que seguimos desde que lo marcamos en el nido en el año 2009. Este ejemplar ha conseguido criar este año muy cerca del valle de Iruelas (Ávila), donde se encuentra la colonia más cercana a la del suroeste madrileño (Robledo-Valdemaqueda) donde nació.
Después y sin perder tiempo entramos en la provincia de Toledo para ver como estaba Susana y su pareja. Antes de que anocheciera pudimos encontrarlas descansando, posiblemente de sus lances de caza, en dos encinas que utilizan habitualmente, para terminar juntas en la que ocupaba el macho. En este año que empieza volveremos de nuevo tras la pista de la que es ya sin duda la pareja seguida durante más tiempo y con más intensidad de esta especie endémica de Iberia que es el águila imperial. Larga vida a Susana.