¿Quién dijo que la vida de los buitres negros es fácil? Conocemos los riesgos que corren durante su fase inicial de desarrollo, sus primeros vuelos y sus dispersiones. Sabemos lo complicado que puede llegar a ser que una pareja alcance la reproducción y saque adelante a un polluelo. Pero muchas veces nos olvidamos de que tan solo salir del cascarón puede ser una verdadera odisea. Este es el caso de nuestro segundo polluelo de buitre negro nacido este año en las instalaciones de cría en cautividad de GREFA.
Es para nosotros todo un hito haber obtenido dos ejemplares de buitre negro de sendas parejas reproductoras en 2016, un éxito que guardaremos en la memoria en años venideros como el momento en el que nuestro programa de cría con la especie comenzó a tomar forma. Pero lo que nuestro equipo de cría en cautividad sin duda no olvidará es lo complicado que fue para este polluelo eclosionar, toda una hazaña que no habría conseguido, casi con total seguridad, de haber estado en el nido con sus padres.
Todo transcurría con normalidad en la incubadora, donde el embrión llevaba casi un mes desarrollándose (antes había sido incubado durante 19 días por sus padres) cuando, en los días previos a la eclosión, Pablo, nuestro responsable del programa de cría, detectaba que algo no iba como debía: escuchábamos al polluelo piar, pero no llegaba a perforar la cámara de aire. Para los que desconozcan el tema, os interesará saber que la cámara de aire es un espacio donde el embrión comienza a respirar de manera pulmonar, previo a la rotura de la cáscara. Este espacio le daría un respiro antes de romper el cascarón.
Pues bien, nuestro polluelo no conseguía pasar ese rito de iniciación y piaba de manera angustiada. Las sospechas del equipo de cría en cautividad eran fundadas: tras retirar parte de la cáscara y realizar una radiografía de control, nuestros peores temores se hacían realidad. El polluelo se encontraba totalmente del revés, con la cabeza situada hacia el polo opuesto del huevo. Esta posición causa muerte embrionaria en un gran porcentaje de casos, dependiendo de la especie: en nuestro buitre negro, lo causaría casi con total seguridad.
Una carrera contrarreloj
A partir de entonces los protocolos de emergencia se activaban y comenzaba una carrera contrarreloj para conseguir salvar la vida de nuestro polluelo. Hábilmente, sin dañar ninguno de los vasos que rodeaban las membranas embrionarias, nuestro equipo de cría realizó una pequeña incisión para permitir la entrada de aire fresco, encontrándonos con la espalda y las patas de nuestro pequeño buitre negro. Con suavidad, además, deslizábamos una de las patas al exterior para dar más espacio al agobiado polluelo y permitir que el aire entrara en cantidad suficiente a la cabeza, situada bastante lejos de nuestro alcance.
Tras ese trance, solo tocaba esperar a que los vasos y el saco vitelino se absorbieran y el polluelo estuviera listo para ser extraído del huevo. Una espera de día y medio, con monitorización constante, nos permitirían saber el momento exacto. Finalmente, tras horas de desvelos y mucha paciencia, nuestro polluelo estaba preparado para salir: suavemente lo librábamos del cascarón y dábamos la bienvenida a nuestro segundo buitre negro del año.
Ha sido, sin duda, una experiencia que dificilmente podremos olvidar y un logro que recordaremos con cariño. El ejemplar será liberado, si se desarrolla sin problemas, en la Reserva de Boumort, en el Prepírineo catalán, donde ya lo esperan con los brazos abiertos. Solo unos ochenta días más, esperemos que libres de tantos contratiempos como sus últimas horas como embrión, le separan de la libertad.
El pequeño buitre negro recibiendo su ceba en la nursería
El pollo de buitre negro es introducido en el nido con sus padres