Hoy, domingo 13 de noviembre, se cumplen veinte años del naufragio del petrolero “Prestige” frente a las costas gallegas, lo que originó una marea negra que se convirtió en la más grave catástrofe ecológica que se recuerda en España. Desde GREFA recordamos cómo lo dimos todo durante aquellos días infernales, que también fueron inolvidables por el clima de colaboración y solidaridad que vivimos.
La marea negra afectó a una escala inimaginable a uno de los litorales mejor conservados de toda Europa y a toda la biodiversidad marina que dependía de estas cosas, con un protagonismo especial para la avifauna marina, con muchas especies en plena migración atlántica durante los días en los que el "Prestige" colapsó y diseminó su carga letal. Aún así, las consecuencias ambientales del chapapote podrían haber sido mucho peores y duraderas si no hubiera sido por la desinteresada acción de miles de voluntarios que dieron lugar a una movilización desconocida en nuestro país por una causa medioambiental.
Llegados desde todos los puntos de España (e incluso de más allá de nuestras fronteras) la participación ciudadana fue clave para la rápida retirada de las miles de toneladas de residuos que tiñeron de negro las costas gallegas. Veinte años después, los medios de comunicación y las redes sociales recuerdan estos días la impresionante dignidad y arrojo de todo ese ejército espontáneo de voluntarios, con los que trabajó codo con codo una amplia comitiva de GREFA, que se desplazó durante semanas a las costas afectadas para aportar nuestra experiencia como centro de recuperación puntero de fauna salvaje en el rescate, limpieza y rehabilitación de las aves atrapadas por el chapapote.
Cómo no recordar aquellas semanas inolvidables a finales de 2002 y principios de 2003 en las que nuestra ONG se dejó la piel para salvar in situ a la gran cantidad de fauna que resultó afectada. Nuestra contribución se veía avalada por dos movilizaciones previas que ya habíamos organizado en auxilio de la fauna petroleada, una justo diez años antes, a raíz de la marea negra que había afectado también a Galicia debido al naufragio del petrolero "Mar Egeo", y otra derivada de la Guerra del Golfo que tuvo lugar a principios de los años noventa. Al finalizar la contienda, en junio de 1991, nos desplazamos a las cosas de Arabia Saudí para salvar a multitud de animales petroleados.
Imágenes imborrables en el recuerdo
Ni en nuestras peores pesadillas podríamos imaginarnos que tendríamos que volver a echar el resto una vez más, con el comienzo del nuevo siglo, movilizando a nuestros equipos de naturalistas, veterinarios y rehabilitadores de fauna para aliviar un panorama tan "negro" como el que nos dejó el "Prestige". Todavía hoy nos vienen a la memoria esas imágenes imborrables de tantas y tantas aves con el plumaje destrozado por el residuo petrolero, sin que pudieran moverse, agonizantes, mientras las atendíamos lo mejor que podíamos y sabíamos.
Nuestra prioridad fue organizar el rescate en el mar de las aves petroleadas, desde lanchas y otras embarcaciones, mientras grupos de voluntarios y no pocas ONG locales, como Erva, Luita Verde, Colectivo Ecoloxista do Salnés y Cedenat ayudaban con la recogida a pie de playa de más animales petroleados. Las aves qur rescatábamos eran trasladadas al hospital de campaña de fauna que la Xunta de Galica montó en una nave del polígono industrial de O Campiño, junto a Pontevedra, con la colaboración del International Fund for Animal Welfare (IFAW).
En estas instalaciones atendimos a cientos de alcas, araos, cormoranes, frailecillos y alcatraces. Por suerte, muchas de ellas fueron liberadas en su medio natural totalmente recuperadas gracias a la labor de nuestro personal, otras muchas no lograron sobrevivir a la gravedad de su estado por mucho que lo intentamos.
Asignaturas pendientes y espíritu de movilización
Esta efeméride vuelve a poner sobre la mesa importantes cuestiones ambientales y sociales que no solo han perdido actualidad sino que siguen siendo asignaturas pendientes que parece mentira que aún no se hayan superado. La primera de ellas es el riesgo que sigue representando el tráfico marítimo internacional, cuyas mercancías son en muchos casos altamente peligrosas para el medio ambiente y la salud de las personas. Por otra parte, seguimos careciendo a una escala suficiente de protocolos, equipos y personal especializado para poder responder con las medidas adecuadas para evitar o minimizar las consecuencias de catástrofes ecológicas como la del “Prestige”.
Como conclusión nos quedamos sin duda con la enorme capacidad de movilización de la sociedad ante desastres naturales, así como del sector asociativo, algo que quedó de sobra demostrado hace justo veinte años y que a buen seguro deberíamos volver a invocar para enfrentarnos a los colosales retos y riesgos medioambientales de nuestros días.
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