Todas las zonas de estudio en las que desarrollamos el proyecto del Control biológico de plagas de topillo campesino, sobre todo en Castilla y León, se caracterizan por ser paisajes agrarios en los que abundan las extensas planicies dedicadas al cultivo de cereal, alfalfa, girasol, remolacha, maíz, patatas y hortalizas principalmente. La gran mayoría de ellas se dispone en forma de parcelas de varias decenas de hectáreas. Este paisaje se ha constituido a lo largo del tiempo por la roturación histórica del terreno. Pero especialmente en las últimas décadas ha sufrido una transformación radical debido a la modernización agraria en todos sus aspectos.
Con ello ha ido de la mano la concentración parcelaria, una práctica ideada con el fin de agrupar todas las pequeñas parcelas de un único propietario en el menor número de ellas. De este modo se pretende facilitar la mecanización, maximización y rentabilización del uso del terreno a gran escala. Este es el fin que se persigue, pero los medios, en la gran mayoría de los casos, conllevan la eliminación de bosquetes, perdidos, caceras, ribazos, lindes y muretes. Esta ruptura y simplificación total del paisaje trae como consecuencias la degradación del hábitat de numerosas especies faunísticas y vegetales, es decir, la pérdida de biodiversidad.
La biodiversidad, entendida desde un punto de vista de interés antrópico, es un elemento regulador del equilibrio en los ecosistemas agrarios. La pérdida o reducción de la misma lleva implícita una mayor facilidad en la aparición de plagas (como la del topillo campesino), e incluso las extinciones locales. Tras esta reflexión, queremos mostraros una consecuencia visible de la ausencia de ribazos, linderas y cunetas en las zonas donde trabajamos.
Pero es que más allá de la pérdida de biodiversidad, a efectos simplemente productivos, estamos observando cómo se sufren importantes daños agravados, por ejemplo, por episodios de tormentas. En esos casos, la escorrentía superficial busca la red de drenaje para seguir su curso, pero cuando este sistema ha sido directamente sepultado y sembrado, el agua no tiene otro remedio que arrasar con lo que lleve por delante. Caminos y pistas agrícolas son paulatinamente deteriorados debido a la desaparición total de las cunetas y la acumulación del agua.
Desde GREFA, y particularmente desde el Equipo de Trabajo de Control Biológico, queremos manifestar nuestra especial preocupación por la importante degradación del hábitat existente en las estepas cerealistas castellanas. Tanto es así que no queremos dejar de nombrar otros beneficios de la conservación de linderas y cunetas: refugio de potenciales depredadores de plagas, freno frente a la agresividad de los agentes meteorológicos, suavizado de las temperaturas, drenaje del agua, delimitación de las parcelas, aumento de la polinización y un largo etcétera.
De todo ello queremos hacernos eco para sensibilizar sobre este problema, sobre todo a aquellos que tienen en su mano la oportunidad de ayudarnos a solucionarlo.