Un ejemplo ilustra nuestro trabajo de este año en lo que se refiere al control biológico del topillo campesino. En uno de los municipios de la comarca castellana de Tierra de Campos, donde tenemos 100 cajas nido colocadas, 66 de ellas han sido ocupadas. Sus inquilinos son 24 parejas de lechuzas y 42 parejas de cernícalos. Un contingente que según nuestras estimas, durante el periodo que dura la reproducción, va a dar caza a unos 60.000 topillos con los que alimentar a sus pollos. Son cifras más que suficientes para que desde GREFA apostemos a fondo por este proyecto, ¿no os parece?
El topillo campesino hace décadas que invadió la meseta castellana. Fue una invasión motivada, entre otras causas, por el aumento de la superficie destinada a los cultivos de regadío (especialmente la alfalfa). Este prolífico roedor de manera cíclica sufre explosiones demográficas que ocasionan graves daños a los cultivos y hasta no hace mucho desencadenaba la fiebre del rodenticida (anticoagulantes) para eliminarle, lo cual provocaba unos efectos enormemente nocivos sobre especies protegidas y especies cinegéticas, también sobre los propios ecosistemas agrarios.
Afortunadamente los tiempos están cambiando y, junto con la prohibición del uso de la bromadiolona en las zonas agrícolas, la Consejería de Agricultura y Ganadería de Castilla y León ha elaborado una orden que recoge un buen número de recomendaciones para “combatir” al topillo campesino y poder minimizar el impacto que ocasiona en la agricultura castellano-leonesa. Entre ellas se encuentra el control biológico en el que GREFA lleva implicado una década como alternativa al uso de los terribles rodenticidas.
Recuperar la relación depredador-presa es el objetivo que buscamos en determinadas zonas donde el topillo es abundante y donde la simplificación del paisaje agrícola impide que determinadas rapaces especialistas en depredar sobre roedores como la lechuza, el cernícalo y el mochuelo puedan reproducirse. La instalación a lo largo de estos años de 2.000 cajas nido sobre postes en más de 34 municipios de Castilla y León está dando sus frutos y generando unas sinergias muy positivas con los agricultores.
60.000 topillos cazados en solo un municipio
En este mes de mayo comenzamos la revisión de la ocupación de cajas, lo que cada año implica dedicar más tiempo y esfuerzo dado que sólo entre finales de 2018 y los primeros meses de 2019 colocamos más de 200 cajas nido. Nuestros compañeros Carlos, Lorena y Miriam recorren los municipios revisando caja por caja para valorar la ocupación, las especies que las ocupan y la productividad. El objetivo es que podamos obtener, en una serie de al menos 5 años por cada zona, información que nos permita valorar la efectividad del control biológico relacionando la ocupación de las cajas con las densidades de topillos, incorporando otras variables como temperaturas o lluvias.
Un ejemplo ilustrativo es el de uno de los municipios de Tierra de Campos donde trabajamos, en el que tenemos 100 cajas nido colocadas y donde este año, en la revisión de primavera, hemos tenido la siguiente tasa de ocupación: 24 nidos ocupados por lechuzas con una media de 5 pollos por caja y 42 de cernícalo con una media similar: en total son 66 cajas nido ocupadas, con 110 pollos de lechuza y 210 de cernícalo. Relacionándolo con la capacidad depredatoria que tienen estas pequeñas rapaces y a sabiendas de que durante los meses de reproducción cada pareja consume unos 900 topillos, podemos establecer que sobre esas 2.500 hectáreas del municipio en cuestión nuestros "rodenticidas naturales" están cazando unos 60.000 topillos en ese periodo de tiempo que dura la reproducción.
Nos queda mucho por saber, pero algo que llevamos observando desde hace varios años es que en aquellas temporadas en las que hay más abundancia de topillos aumenta proporcionalmente el número de cajas nido ocupadas. De ahí nuestra apuesta decidida por este proyecto, que cada vez cuenta con más apoyo entre la gente que vive y trabaja en nuestros campos.