Esta primavera, como todos los años, nos hemos vuelto a movilizar para salvar a los pollos de aguiluchos del paso de las máquinas cosechadoras en los cultivos cerealistas donde crían estas rapaces. Una vez más nos hemos organizado en el campo para evitar esta mortalidad, a la vez que hemos continuado con el trabajo de sensibilización y concienciación entre agricultores y cosecheros. Nuestro voluntario Miguel Marco Mommens, que participó en el operativo de salvamento, nos lo cuenta en esta crónica naturalista.
Gran número de las tres especies de aguiluchos ibéricos (cenizo, pálido y lagunero) crían en campos de cereal. El problema es que la mecanización de las labores del campo, unida a los importantes cambios en los cultivos en tiempos reciente y el adelanto de las cosechas, han dado pie a que la siega se realice mucho antes de que los pollos de estas aves rapaces estén en condiciones de poder volar. La consecuencia es que muchos de ellos mueren bajo las cuchillas de las cosechadoras.
Así las cosas, muchas poblaciones de aguiluchos llevarían probablemente camino de desaparecer si no fuese porque GREFA y otras organizaciones estamos empeñados en evitarlo. Esta temporada, nuestra campaña de salvamento de aguiluchos tiene tres nombres propios: Bea, Juan y Sergio. La suya es una labor plagada de obstáculos y, además, deben reunir unas cuantas virtudes. Vamos a detallarlas.
Hace falta paciencia y constancia porque el primer reto consistirá en localizar los nidos de aguilucho en los campos de cereal, que no es tarea sencilla. Hace falta espíritu de sacrificio porque la vigilancia sobre estas aves para protegerlas se prolongará durante largas jornadas, a menudo bajo el ardiente sol de las despejadas estepas cerealistas. Hace falta buen ojo pajarero y conocimiento de los hábitos de la especie, por motivos obvios. Y, sobre todo, hace falta mano izquierda y don de gentes.
Nada de lo que hagamos tendrá ninguna utilidad si no contamos con la opinión y con la participación de propietario, agricultor y cosecheros de las zonas con aguiluchos donde actuamos. Muchas de las personas involucradas a nivel local comprenden la importancia de lo que se está haciendo y ponen desde un primer momento toda su buena voluntad y ganas de ayudar. Pero en los casos que no es así hay que saber encontrar la manera de ganarlos para nuestra causa y que vean justificadas las molestias y los inconvenientes que pueda suponer su colaboración en el salvamento de los aguiluchos.
También resulta inestimable la ayuda que recibimos de algunos antiguos celadores y guardeses de caza de las zonas donde intervenimos. Asimismo merece mención muy especial el trabajo hombro con hombro que hacemos con agentes forestales y medioambientales, los cuales desde el inicio de la campaña se han sumado con total entusiasmo al personal de GREFA y han prestado su ayuda y colaboración. Dicho esto, queda contaros como se ha desarrollado el operativo de salvamento de aguiluchos.
Una llamada al móvil nos activa
Es lunes, 3 de junio de 2019, y suena el móvil: un cosechador nos avisa de que a mediados de esa misma semana comenzará la recogida del cereal en varias de las fincas que hemos estado controlando. Ya de por sí esa llamada es un éxito, porque es la prueba de que agricultor y cosechero han hecho un hueco en su extensa jornada para avisarnos y además están dispuestos a asumir los inconvenientes que la intervención que se va a hacer pudiera suponer para ellos.
Rápidamente ponemos en marcha el operativo para tratar de poner a salvo los nidos de esas fincas. Situadas al norte de la provincia de Toledo, lindando ya con la Comunidad de Madrid, en ellas nuestro compañero Sergio tiene localizados seis nidos de aguilucho cenizo y uno de aguilucho lagunero. Preparamos todo el material necesario y el martes a las 7:00 cargamos la pick-up y salimos desde Majadahonda (Madrid), sede de GREFA, rumbo a la comarca de La Sagra castellana.
La estrategia prevista consistirá en rodear cada nido de aguilucho con un vallado y aplastar el cereal formando un círculo concéntrico a una pequeña distancia de la reja. Así se consigue advertir al cosechador de la presencia del nido de aguilucho y así sabrá que deberá esquivarlo con la máquina. Pues manos a la obra. Vallado y estacas al hombro, maza para clavar, alambre, alicates, cañas y banderolas para señalizar y a meterse en el sembrado. Debemos movernos por el cultivo con mucho cuidado, intentando causar el menor estropicio posible.
La hembra de aguilucho cenizo aguanta como una valiente hasta que estamos prácticamente encima y es entonces cuando levanta el vuelo. Al hacerlo deja tras de sí su tesoro más preciado: dos pollitos que acaban de nacer y dos huevos a punto de romper. Trabajamos rápido para irnos de allí cuanto antes y que la madre pueda volver...
Encontramos un nido con 'pollos carrileros'
Repetimos el proceso otras cuatro veces más: en dos de los nidos todavía hay solo huevos, otro ha sido depredado (por desgracia en este ya no podremos hacer nada) y en el tercero los pollos están bastante crecidos. Con estos últimos, que son lo que llamamos "pollos carrileros" porque tienden a hacer sus primeros escarceos y alejarse del nido, la malla metálica no solo sirve para marcar la zona que no debe ser cosechada sino también para evitar que estos pequeños se puedan dispersar y terminen yendo a parar bajo las cuchillas de las cosechadoras fuera del perímetro delimitado.
Falta ahora que localicemos los dos nidos de los que no tenemos coordenadas exactas pero sí su ubicación aproximada. Para ello nos metemos dos personas en el sembrado y nos vamos acercando guiados desde fuera por un tercer compañero a través de walkie-talkie. Cuando estamos lo bastante cerca, la hembra de aguilucho cenizo, asustada por nuestra presencia, levantará el vuelo y eso nos delatará la presencia del nido. Una vez que los tenemos hacemos lo mismo que en los cinco anteriores y luego a aguardar pacientemente observando con prismáticos desde la distancia para comprobar que todos los padres vuelvan a los nidos a ocuparse de sus crías.
Lamentablemente, a los pocos días nos dimos cuenta de que en uno de los nidos que habíamos vallado los pollos habían desaparecido, suponemos que a causa del ataque de algún depredador natural. La suerte está echada para el resto de los nidos de aguilucho en los que hemos invervenido. Cuando se haga la cosecha cada familia de aguiluchos quedará dentro de los pequeños rodales de cereal que hemos delimitado. ¡Mucha suerte a nuestros pollos de esta temporada! Y a vosotros esperamos daros pronto buenas noticias del final de esta historia.
Texto: Miguel Marco Mommens
Fotos: Sergio de la Fuente